domingo, 10 de abril de 2011

Los que hacen perder el tiempo

Todos los conocemos, en cada oficina, salón de clases, taller o en todos los lugares; incluso en el camión, en la fila del banco y enviando cadenas en el mail,  se encuentra los Cronófagos que no es fácil, muchas veces quitarse de encima.  En ocasiones, al envejecer, nos podemos convertir en un Cronófago sin darnos cuenta. Así se aprovecha la mínima rendija para montarnos en el tiempo de otra gente, sea familiar, amigo o a quien se acaba de conocer. Pero los Cronófagos son también de varias formas: tecnológicos como los juegos audiovisuales de I Pod, X Box, celulares, tablet, y más. Y métale los que quitan más dinero, como los casinos y teiboles. Pero la descripción de un Cronófago está muy completa en un artículo de Ivette Durán, donde, seguramente usted reconocerá a alguien de su vida que es experto Cronófago.




Escrito por: ivette-duran-calderon
 el 16 Ago 2008 - URL Permanente
CRONÓFAGOS
Aquellos devoradores del tiempo…ajeno.
Ivette Durán Calderón
Poco se ha escrito acerca de los cronófagos, al punto de que muchas personas piensan que es un sustantivo inventado por alguien; incluso han asociado este término con el de misógino. Silvia de Picco, explica los obstáculos que tienen las mujeres para realizarse personalmente debido a una extraña conspiración de los cronófagos, a los cuales además llama caníbales y consumidores del tiempo femenino.
Montherlant llamó cronófagos a los “devoradores“ de tiempo. Se llama así, no a los que buscando mayor eficiencia a sus vidas, avanzan a pasos gigantes y conquistan nuevas tierras cada día, tampoco lo son aquellos que disipan lamentablemente sus horas, yendo tras de ideales estériles o en tareas inútiles.
El cronófago es un tipo patológico muy especial, muy difundido, enemigo declarado del hombre que tiene ganas de vivir, de trabajar, de triunfar. El cronófago es el que visita un taller en horas de trabajo y va de puerta en puerta hablando con los trabajadores y destruyendo con su meliflua charla, la labor provechosa que esas manos tratan de hacer; va a las redacciones y distrae al personal. En las fábricas, en los conservatorios, en las aulas, medios de comunicación, negocios, etc., en toda congregación de gente que trabaja, hay cronófagos. Y no se valen solamente de la visita; cuando se los rechaza, acuden al teléfono, al móvil a los mensajes, al Internet, al chat, a la correspondencia, al “encuentro casual” y muchos otros medios. A veces destruyen el espíritu constructivo y creador de los demás, a fuerza de inculcarles su zumbido de zánganos; y luego son los primeros en reprocharles el fracaso, si éste se produce.
Y llevan así una vida poblada solamente de ecos, de bambolla: vacía. Para el que aspira a vivir mucho y con eficiencia, para el que aspira hacer una estada provechosa y feliz en el mundo, es un deber imperioso despojarse del pesado lastre de los cronófagos.
Ya lo decía André Maurois:- Muchos seres humanos se quejan de la brevedad de la vida, ¿pero es que viven siquiera ocho horas al día?”.
Y en verdad, a quien no sabe ahorrar su tiempo, a quien no rinde lo que debiera, ni en cantidad ni en calidad, le diríamos: “Viva cien años, porque eso puede conseguirlo haciendo vida sana; pero no viva cien años de 365 días ociosos, sino un verdadero siglo de horas activas. ¿No le decimos acaso “viva”?. Vivir es actuar, es funcionar, es moverse. Y así su vida se medirá por las horas de provecho, no por las de holganza, menos de maldad.
Por eso, aléjese de los cronófagos que, al devorar su tiempo, se devoran lo mejor de su vida: el rendimiento, la verdadera eficiencia de su actividad.
Sin, embargo, pese a lo dicho, un cronófago puede ser útil; imagine una circunstancia en la que no llega a tiempo un orador, un artista, un grupo, etc., lo que se hace es echar mano de los cronófagos, de los que le distraen, le hacen pasar el tiempo, se lo hacen perder, mientras llega el motivo central de atracción; no estamos hablando de teloneros, aprendices o principiantes, sino de alguien que no estaba en el programa, no es grato, pero puede ser útil.
Maurois - Pseudónimo de Emile Herzog, biógrafo, novelista y ensayista francés e intérprete de la cultura británica (1885-1967)
Henry de Montherlant, Novelista y dramaturgo francés de origen catalán (1826-1972)
Silvya Do Picco, periodista argentina autora de Mujer sin Fin (Editorial B 2007)

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